Hoy, el Lago Trasimeno junto con los pueblos que florecen de él es una agradable zona para las vacaciones, pero en tiempos lejanos fue el escenario de una terrible batalla entre el ejército cartaginés de Aníbal y el ejército del cónsul romano Cayo Flaminio.
El 24 de junio del año 217 a.C. se llevó a cabo la gran batalla de la Segunda Guerra Púnica, durante la cual el ejército cartaginés de Aníbal derrotó al ejército romano dirigido por Cayo Flaminio, cerca del Lago Trasimeno. A principios del año 217 a.C. Aníbal cruzó con su ejército los Apeninos y siguió el curso del río Arno. El general romano Cayo Flaminio estaba estacionado con sus legiones en Arretium (hoy en día Arezzo) con la intención de detener el avance de Aníbal. Flaminio no era un patricio, sino un populista plebeyo, ambicioso y arrogante, con ganas de influir en la opinión pública a su favor. Fue especialmente criticado por el historiador romano Livio, porque salió de Roma sin haber llevado a cabo los rituales apropiados después de ser elegido cónsul.
Aníbal cambió su trayectoria en Etruria Arno pasando por los pantanos durante cuatro días y tres noches, donde muchos de sus aliados celtas cayeron enfermos y donde el mismo Aníbal perdió su ojo derecho debido a una infección. Aníbal comenzó a devastar el país en un intento por atraer a los romanos a la batalla. En vez de marcharse hacia el sur por el Valle de Chiana se detuvo y esperó a ser perseguido por el ejército de Flaminio. En ese punto se volvió hacia Perusia (hoy en día Perugia), a lo largo de la costa norte del lago Trasimeno, en la ciudad de Curtun (hoy Cortona).
Por la noche, los romanos acamparon fuera del valle mientras que las fuerzas de Aníbal tomaron posiciones en las colinas de los alrededores.
Por la mañana, Flaminio dejó de enviar exploradores para que descubrieran a enemigos y se marchó con su ejército a lo largo de la carretera que discurre por el lago Trasimeno y decidió cruzar el valle que de Borghetto conduce a Tuoro sin hacer ningún control de las colinas. Los romanos avanzaron durante un kilómetro en fila india y no sabían que en la densa niebla se ocultaba el ejército de Aníbal. Aníbal envió una pequeña fuerza de veteranos africanos e ibéricos al final del valle para el enfrentamiento con los romanos, pero cuando todos los romanos entraron en la llanura la caballería cartaginesa y la infantería bajaron de las colinas y atacaron a los romanos por los tres lados.
Con esta emboscada cuidadosamente preparada el ejército de Aníbal masacró sin piedad a las tropas romanas y muchísimas más se ahogaron con su pesada armadura o fueron inmovilizadas por el lodo. La rapidez inesperada del ataque y la mala visibilidad causada por la niebla impidió a los romanos a que se organizaran en formaciones de batalla y se vieron obligados a luchar cuerpo a cuerpo.
El historiador militar británico Basil Liddell Hart llama a la batalla de Trasimeno "la mayor emboscada de la historia." Al menos 15.000 romanos murieron, incluido el mismo Flaminio muerto a manos de Ducario: otros 15.000 fueron convertidos en prisioneros, mientras que Aníbal perdió unos 1.500 hombres.
Cuando Ducario vio a Aníbal gritó a sus compatriotas: "¡Aquí está el hombre que mató a nuestras legiones, devastó nuestras ciudades y nuestras tierras! Yo se lo ofrezco como sacrificio por mis compatriotas asesinados.
Se dice que entre las milicias de Aníbal no era costumbre enterrar a los muertos, y solo treinta líderes cartagineses tuvieron un entierro digno. Todos los demás, después de haber sido depredados, fueron incinerados en los pozos cónicos cavados en el suelo, hallándose varios cerca de Tuoro.
Roma estaba terriblemente conmocionada por la desastrosa derrota que frustró durante mucho tiempo las ambiciones expansionistas.
Egidio Ramondetti