La palabra Fado, según el “Dicionário da Língua Portuguesa Contemporânea” de la Academia de las Ciencias de Lisboa, proviene del latín fatum. Significa destino (fuerza que se cree determina y rige todo lo que sucede).
No se sabe, con exactitud, dónde y cuándo nació este estilo musical pero lo que si es cierto es que está muy ligado a la vida de Lisboa y al sentimiento portugués.
Según algunos autores podría tener su origen en la lírica trovadoresca provenzal, otros creen que deriva de las cántigas árabes dejadas en Lisboa tras su conquista por el primer rey portugués Afonso Henriques. Hay también quien atribuye su origen a los cantos de los marineros portugueses del siglo XIV. Pero su origen podría proceder de los bailes africanos o brasileños (lundum, modinha, o fado brasileiro).
La única evidencia que está debidamente documentada es que los primeros Fados se grabaron en el siglo XIX (1830/1840). El primer Fado conocido es el Fado do Marinheiro (Fado del Marinero).
Curiosamente, en aquella época, el Fado no solo se cantaba sino que también se bailaba, de ahí su relación con los bailes afro-brasileños. Entonces, se trataba de un medio de expresión popular que se bailaba y cantaba en las zonas más marginales de la ciudad de Lisboa, como burdeles y tabernas. Las letras de los Fados de aquella época estaban básicamente compuestas por cuartetos sueltos.
Después, a las letras, se les dio una estructura más compleja y empezaron a tener un carácter mas específico, hablaban de nostalgia (saudade) o de angustia (desgosto), pero también tenían un carácter humorístico y tunante.
Su acompañamiento se realizaba con violas portuguesas (viola do Renascimento, con 10 cuerdas) y a la guitarra (guitarra inglesa con 5 o 6 pares de cuerdas). Todavía durante el mismo siglo, la viola renacentista fue sustituida por la “viola francesa” (con 5 cuerdas). También la guitarra inglesa fue sustituida por otra, denominada hoy en día como guitarra portuguesa.
A finales del siglo XIX, alrededor de 1870, el Fado se introdujo en los salones de la nobleza y de la burguesía. Su acompañamiento pasó a ser realizado al piano. También los casinos y los teatros tuvieron sus sesiones de Fado. Sin embargo, nunca dejó de estar ligado a las manifestaciones populares, con su acompañamiento tradicional, incluso en los nuevos locales los intérpretes siempre fueron gente del pueblo, contratados para cantar en aquellos ambientes. Se dice que incluso los reyes y príncipes portugueses de finales del siglo XIX se disfrazaban para salir del Pazo y escuchar el Fado en sus locales tradicionales.
El Fado empezó a tener un carácter más político a finales del siglo XIX. En Coimbra, los estudiantes empezaron a cantar canciones más elaboradas y con carácter amoroso o humorístico (nació así el Fado de Coimbra). Esta época quedó marcada en nuestra historia por el grave conflicto con nuestro más antiguo aliado, Inglaterra. En la historia europea asistimos al comienzo de los movimientos socialistas. Las letras del Fado se vuelven la expresión de los sentimientos populares antibritánicos, antimonárquicos y socialistas. El Fado pasa a ser cantado por la sociedad trabajadora.
La historia portuguesa de inicios del siglo XX estuvo marcada por una gran inestabilidad y por fuertes luchas internas, el Fado estuvo ligado a ellas.
Con el golpe militar del 28 de mayo de 1926 (que dio origen a la dictadura, vigente hasta 1974), el Fado también sufrió un duro golpe.
En 1926 se estableció la “censura previa”, que obligaba a que cualquier publicación fuese analizada y “adaptada” por el poder político. A partir de 1927 solo podían cantar el Fado en locales públicos aquellos que tuvieran el "carné profesional" expedido por el gobierno. Este carné era provisional y podía ser retirado en cualquier momento. Entonces surgieron las “Casas de Fado”, que fueron, en sus principios, los únicos locales donde estos profesionales podían cantar. Obviamente, el Fado nunca perdió su carácter popular y continuó a ser cantado en sus locales originales (tabernas y burdeles), además de otros locales “clandestinos”, dando así origen a una nueva expresión del Fado, el Fado Vadio.
Con el fin de la II Guerra Mundial, el refugio de muchos extranjeros en nuestro país y el inicio del turismo internacional, las “Casas de Fado” asumen un papel importante en la divulgación de este género musical. Los “fadistas” más famosos de la época intentan tener sus propios locales para cantar, así, Lucília do Carmo (madre de Carlos do Carmo, uno de los mayores exponentes del Fado actual), Hermínia Silva, Carlos Ramos, Fernanda Maria, Celeste Rodrigues (hermana de nuestra fadista más famosa – Amália Rodrigues), João Ferreira Rosa o Argentina Santos abren sus “Casas” en el barrio de Alfama o en el Bairro Alto. En esta época aparecen algunos de los artistas más conocidos del Fado tradicional, además de los ya mencionados, también lo son Fernando Maurício, Fernando Farinha, Maria Teresa de Noronha, Alfredo Marceneiro y Amália Rodrigues.
La radio, la grabación de discos y más tarde la televisión facilitaron la difusión de este género musical. La emigración portuguesa de los años 60 del siglo pasado (sobretodo a Europa y América) atrajo a los intérpretes a realizar espectáculos junto a estas comunidades, llevando así al Fado a su espectro más internacional.
En los años 40 aparece lo que ha sido considerado como el mayor fenómeno en el mundo del Fado,
Amália Rodrigues.
Hija de una familia muy humilde, vendía flores por las calles y cantaba. Aunque una vez descubiertas sus cualidades vocales, tan especiales, realizó conciertos en todo el mundo, cantando en muchos idiomas, incluso en japonés, y encantando al público más exigente, como al del teatro Olympia de París o al del Lincoln Centre de Nueva York, junto a las voces más conocidas de la época, Lola Flores, Gilbert Bécaud, Frank Sinatra, etc. En 1969, llegó a cantar en la URSS, a pesar de la poca simpatía del régimen portugués.
A partir de finales de los años 50, junto a Alain Oulmain, compositor francés nacido en Portugal, Amália revolucionó el Fado, tanto en la forma de cantar como en la calidad de las letras y músicas.
Hasta este momento, se escribían letras exclusivamente para el Fado, por autores a menudo poco conocedores del arte de la poesía. Las músicas se mantuvieron inalteradas durante más de cien años. Gracias a la influencia de Alain Oulmain, se utilizaron para el Fado poemas de nuestros clásicos más importantes, como Luís de Camões o Fernando Pessoa. Los poetas contemporáneos empezaron a escribir poemas para la voz de Amália, David Mourão-Ferreira, Ary dos Santos, Alexandre O’Neil, Manuel Alegre, Pedro Homem de Melo, Natália Correia o José Régio.
Gracias a las influencias del trabajo de este dúo, aparecen nuevos intérpretes famosos hoy en día, Carlos do Carmo, João Ferreira Rosa, Teresa Tarouca, Beatriz da Conceição, Rodrigo, etc.
EL FADO EN LA DEMOCRACIA
Durante la dictadura, sobretodo en el periodo de posguerra, el régimen intentó acercar el Fado a sus ideologías, nació la famosa trilogía Fado, Fátima y Fútbol, y acabó por estigmatizarlo.
Con la revolución del 25 de Abril, se creó un movimiento anti-Fado, pues también fue considerado como un instrumento del régimen, y cantarlo, durante este periodo, era considerado como "reaccionario".
El Fado, o Balada de Coimbra y la denominada “música de intervención”, con temas que están muy ligados a las luchas populares y estudiantiles, tomaron el lugar del Fado de Lisboa para gusto de los portugueses. A estas nuevas tendencias están ligados grandes nombres de la música popular y de la lucha antirégimen, como José Afonso (Zeca Afonso), Adriano Correia de Oliveira, José Mário Branco, Sérgio Godinho, Luís Goes, Fausto, Carlos Paredes, Rui Pato, entre otros.
El Fado de Lisboa seguía cantándose en círculos ligados a las “Casas de Fado” o en tertulias de fans. Amália Rodrigues es prácticamente apartada de los circuitos de espectáculos, de la radio y televisión de la época.
Pero, Carlos do Carmo, gracias a un importante trabajo a nivel de intervención política, siendo heredero de la tradición fadista lisboeta y siguiendo el trabajo de Amália Rodrigues y Alain Oulmain, consigue atraer nuevos valores al Fado.
Retoma la poesía de Ary dos Santos, se une al poeta Joaquim Pessoa y consigue dar una nueva faceta temática al Fado de Lisboa, con carácter reivindicativo pero también más intimista y personal. Consigue que le sigan algunos de los nombres más importantes de la “canción de intervención”, Paulo de Carvalho, Sérgio Godinho, José Mário Branco, Fernando Tordo, etc.
Durante los años 80/90 del siglo pasado, el Fado vivió los mismos periodos de dificultad y prosperidad que la sociedad portuguesa, con altos y bajos.
Sin embargo, en este nuevo siglo, ha asumido una dinámica muy importante que ha dado lugar a la aparición de muchos jóvenes con excelentes cualidades vocales, interpretativas e incluso poéticas. Grandes nombres como Madredeus (con características muy especiales), Mariza (conocida como la sucesora de Amália), Camané, Mafalda Arnauth, Mísia, Cristina Branco, Carminho, Ana Moura, Kátia Guerreiro, Nuno Guerreiro, Ricardo Rodrigues, entre otros, son las caras del nuevo Fado.
Fueron estas (y otras no mencionadas, por ignorancia del autor de estas líneas) las personas y circunstancias que llevaron al reconocimiento del Fado como "Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad" por la UNESCO en noviembre del 2011, un orgullo para todos los portugueses.
Cândido Vintém