DIOS APRIETA PERO NO AHOGA
AFORTUNADAMENTE, amigos, mis previsiones no se han cumplido. Al menos, por ahora. Ha venido a salvarnos la reanimación de la “coyuntura económica“. Nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste; o mejor dicho, cuales son las causas de que la “coyuntura“ se desinfle o se reanime. Cada gran economista tiene sobre este punto sus propias teorías. Y lo mismo, naturalmente, los políticos: no se puede oír sin sonrisa la vehemente convicción con que el equipo anterior reivindica la reanimación como un éxito de sus medidas legislativas y el equipo actual como fruto de sus discutidas “reformas“. El hecho es que la reanimación ha hecho posible a los políticos olvidarse del peligroso tema de las pensiones, y más aún gloriarse de haberlas aumentado un microscópico porcentaje, que no alcanza ni con mucho a compensar el encarecimiento de estos últimos años. Pero al fin, mejor que nada.
Y por otra parte, en cambio, se abre inesperadamente una esperanzadora luz en nuestro horizonte: el número de los mayores de sesenta y cinco aumenta casi vertiginosamente. Este envejecimiento de la población, que para Alemania es un síntoma alarmante, para nosotros los jubilados (y que Dios nos perdone este egoísmo de ”después de mí, el diluvio”) resulta un síntoma prometedor. De sector insignificante en el mercado pasamos a ser un grupo importante. No por nuestro irremediablemente pequeño poder adquisitivo personal, sino por nuestro número. La economía se encuentra ante un gran grupo y, naturalmente, quiere hacerse con él. Lo que significa más abundancia de productos especialmente adaptados a nuestras necesidades y a nuestras posibilidades. En el precio, en primer lugar; pero también en la etiquetación, en las cantidades, en la legibilidad de la información. En una palabra: antes había aparte del público general indiferenciado, dos grandes grupos de especial interés: los automovilistas y los niños y adolescentes.
Ahora surge un nuevo gran grupo: los mayores. Algunos de nosotros ya no lo veremos; pero la mayor parte, sí. Ni el Estado, ni la Economía se han convertido en abnegadas Hermanas de la Caridad. Pero ya dijo Benavente –ahora precisamente hace cien años– con su amable cinismo que “para salir adelante con todo, más que crear afectos hay que crear intereses“.
Eduardo Espert(Bonn)