Las fechas posteriores al
Euroencuentro de Islantilla vienen, pues, definidas por dos acontecimientos
aparentemente inconexos que plantean un dilema: la toma de postura de la
ciudadanía francesa –y las repercusiones subsiguientes– parecen significar, en opinión de algunos, una negación al principio de unión, justo en el momento en que, después de Londres, más necesaria se hace la reflexión solidaria para la adopción de medidas eficaces. Sin embargo, yo no creo que los ciudadanos de Francia le hayan dicho no a Europa como algunas voces pretenden hacernos creer. Tampoco creo, como sostienen otros, que el resultado negativo se deba a un simple ajuste de cuentas del ciudadano francés con su clase política por
cuestiones, básicamente, de política interior. En mi opinión, los ciudadanos de Francia no le han dicho no a Europa; le han dicho no a una consagración formal y escrita que no lograba definir Europa según la imagen y la conciencia que muchos franceses –y también muchos europeos– tienen de ella. Cualquier constitución, por muy perfectible que en su futuro pueda ser, señala un punto de no retorno; unas conquistas básicas irrenunciables que configuran la imagen que de si mismos y de sus valores tiene un colectivo humano.
Pues bien, en mi opinión, lo que los franceses han hecho –de acuerdo con el sentir de un buen número de ciudadanos europeos, insisto– es señalar que la imagen que de sí mismos, de sus valores y la imagen que
de los otros ciudadanos y valores europeos obtenían a través de la Constitución era una imagen distorsionada y borrosa. Por consiguiente, es el momento de profundizar en la definición de todo cuanto nos es común, que a estas alturas es mucho, y hacer oídos sordos a los cantos de sirena sobre el futuro de la Unión. Desde este punto de vista, parece igualmente el momento de profundizar en todas aquellas alternativas que en el seno de nuestra Agrupación se perfilaron en Islantilla. Aprovechar el ambiente lúdico y distendido de nuestros Euroencuentros, para crear proyectos de convivencia e intercambios que permitan estrechar las relaciones y el conocimiento mutuo, actitudes que subyacen en los compañeros de Gran Bretaña, Bélgica y Suecia, entre otros. Simultáneamente, desarrollar marcos de trabajo operativos que le permitan a nuestra Agrupación, a través de AGE, hacerse oír con voz propia en los foros comunitarios,
plantear alternativas y colaborar con quienes detentan la capacidad de decisión. Ello incluiría la invitación a relevantes personalidades de esos foros decisorios a participar en los talleres de trabajo que tienen lugar en nuestros Euroencuentros. Esta propuesta, particularmente sentida entre los compañeros de Italia, Francia, Portugal y España, entre otros, no sólo no parece incompatible con la anterior, sino que se me antoja plenamente complementaria. Atender, pues, nuestro futuro común y solidario. Definir con claridad los rasgos que configuran nuestros modos pensar y actuar como ciudadanos de la Unión Europea. Impulsar, mediante proyectos concretos, nuestro mutuo conocimiento y nuestra solidaridad. Actuar como ciudadanos europeos
y como jubilados en los foros que nos son propios y en los problemas que nos conciernen.
Tales podrían ser los objetivos a desarrollar en nuestros futuros Euroencuentros, porque, llevarlos a cabo, parece la mejor manera de afirmar y proyectar hacia el futuro nuestro común patrimonio europeo.