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Todos somos Charlie

Permítanme, queridos amigos, que les muestre mis más sincero agradecimiento por los numerosos mensajes de ánimo y amistad, individuales o colectivos, recibidos tras la matanza bárbara que golpeó a nuestro país en París entre el 7 y el 9 de enero, en la que murieron asesinados 11 colaboradores de semanario satírico Charlie Hebdo, cuatro clientes del supermercado kósher y dos policías.

La repercusión de estos trágicos sucesos fue considerable, tanto en Francia como en el extranjero: más de 4 millones de personas se manifestaron en todo el territorio francés con motivo de las «Marchas republicanas» que tuvieron lugar los días 10 y 11 de enero, cuarenta y cuatro jefes de Estado y de Gobierno desfilaron juntos en París el 11 de enero acompañados de más de un millón y medio de ciudadanos anónimos.

Esta voluntad de convivencia se pudo ver en ciudades y en pueblos; en un impulso de solidaridad, Francia vivió así la mayor manifestación de su historia. Franceses pertenecientes a todas las confesiones, católicos, judíos, musulmanes o ateos se levantaron para protestar en contra de esta atroz crueldad y preservar el derecho de expresión, la tolerancia y la democracia.

Durante tres días la emoción traspasó nuestras fronteras, el mundo entero contuvo el aliento por los sucesos y la prensa internacional reaccionó con dureza contra estos atentados horribles. Una ola inmensa de apoyo se hizo notar en los países de la Unión Europea en la que los dirigentes, periodistas, personalidades y simples ciudadanos expresaron su solidaridad y su indignación por los atentados. Numerosas concentraciones de apoyo tuvieron lugar en las capitales europeas, porque éste ha sido un duro golpe para toda Europa.

Los terroristas quisieron desafiar a nuestro país, pero también atentaron contra los valores de Europa y de la democracia que ésta representa. El fenómeno del terrorismo nos afecta a todos, porque no hace distinción entre naciones. Lo demuestran los tiroteos mortíferos de Copenhague, en Dinamarca, que reprodujeron deliberadamente los ataques parisinos y la veintena de turistas europeos que sucumbieron como consecuencia de la locura sangrienta de los yihadistas, el 18 de marzo en el museo del Bardo, en Túnez, un país musulmán y democrático. Así pues, el terrorismo ha hecho de Europa, de su cultura, de sus tradiciones y de su humanismo su principal enemigo.

En Europa la lucha contra el terrorismo reviste suma importancia. Lo queramos o no, nos es imposible mantenernos al margen de esta relación hostil, pese a que no seamos nosotros quienes la hemos generado. El terrorismo lleva consigo un rechazo directo de los principios que son la base misma de nuestra sociedad liberal.

Que se perpetren actos de semejante atrocidad en una capital como París, estrechamente vinculada con la Unión Europea, que periodistas humorísticos, una policía de raíces criollas, un policía musulmán y clientes judíos de un supermercado sean asesinados, demuestra hasta qué punto podemos y debemos sentirnos orgullosos de nuestra diversidad, establecida a lo largo de los siglos y que debe continuar siendo nuestro objetivo en el seno de una Europa unida.

El semanario humorístico Charlie Hebdo, tratando de mostrarse optimista, escribía unos días después de los atentados: «esperemos que a partir de ahora la defensa de la laicidad, la libertad de expresión y la tolerancia sean una realidad en nuestro mundo civilizado; deberíamos, de una vez por todas, dejar de legitimar e incluso de tolerar por cobardía el sectarismo comunitario, el relativismo cultural o el distanciamiento entre partidos para obtener más votos».

Los pueblos son más conscientes que nunca de la necesidad de continuar con la construcción de la Unión Europea, construcción que refrendaron cuando se manifestaron en muchos lugares de nuestro viejo continente.

Debemos agradecer el trabajo que llevaron a cabo los padres fundadores de Europa y afirmar nuestro apego hacia los valores que constituyen el núcleo de nuestra unidad. Debemos implicarnos, cada uno a nuestro nivel, en las instancias que ocupemos, para continuar nuestra acción por el camino que cerca de 5 millones de europeos aprobaron masivamente.

En nombre de la delegación francesa y en mi propio nombre, les vuelvo a dar las gracias por las muestras de afecto que nos dedicaron.

Jean Claude Chrétien
Vicepresidente