Agrupación Europea de Pensionistas de Cajas de Ahorros y Entidades Financieras

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Índice de Documentos > Boletín Euroencuentros > Número 7



ÚLTIMAMENTE abundan las publicaciones y, en general, los productos multimedia dedicados a la gente mayor. Es muy lógico, puesto que este colectivo, como es bien sabido, viene experimentando un considerable incremento a tenor de los cambios socioeconómicos de los últimos tiempos. Las cifras son espectaculares y las previsiones mantienen el ritmo ascendente cualesquiera que sean los sociólogos, economistas o políticos que estudian esta realidad. Lo cierto es que se habla mucho, constantemente, de los mayores. Sobre todo, se escribe mucho. Y prácticamente la totalidad de los artículos que nos llegan se ciñen a dos aspectos: los derechos económicos y asistenciales por un lado, y los modos de pasar el tiempo, de ocupar esas jornadas que la jubilación deja vacíos de obligaciones profesionales y horarios prefijados.

 

Es a esta última cuestión a la que fundamentalmente vamos a dedicar estas líneas. Consejos, consejos, consejos. Proliferan los consejos. Hay que hacer ejercicio físico; hay que ejercitar también la memoria; es conveniente tener un hobby; la informática es muy recomendable; y, ya en un plano mas elevado, habría que adherirse a una O.N.G. Estos son puntos de cualquier temario. Y todo, siempre, referido al corto plazo, al hoy por hoy, porque ¿se podría hablar sensatamente

del futuro de los mayores?

 

Las estadísticas desmenuzan y diseccionan lo que nosotros hemos dado en llamar clase JUBILAR diferenciando a sus componentes según sus procedencias profesionales, su capacidad de consumo, sus necesidades materiales y de ocio, su posible explotación en determinados ámbitos económicos, etc, etc. No conocemos, en cambio, estudios serios sobre la proporción de personas mayores de sesenta años que mantienen una excelente salud física y mental, y el periodo que, según baremos gerontológicos, científicos, podría calcularse a la duración de esas capacidades. Claro que eso sería hablar de futuro, de posibilidades, de peso social.

 

Por el contrario, leemos con demasiada frecuencia los elevados gastos que se originan al erario público (un dinero que al fin y al cabo es nuestro), por las discapacidades, la dependencia, los medicamentos, etc. Son pinceladas que pretenden diseñar un presente que se tiende a generalizar, pero que en realidad sólo corresponde a un porcentaje ¿minoritario? de la gente mayor, la que, en justicia, se ha ganado, y ha pagado en su día, las atenciones que ahora precisa.

 

 Podría decirse que una gran masa de profesionales de todos los ramos se pasan la vida llamada activa acumulando conocimientos, práctica, facultades. Como haciendo una carrera, en la que, ciertamente, la sociedad invierte un capital. Sólo que cuando esa carrera culmina, en lugar de un título o diploma que respalde al mayor para ingresar en el mundo de las grandes decisiones sociales, el profesional formado, apto, experimentado, fuerte y sano recibe el boleto de jubilación o prejubilación, pasaporte al gheto de la inutilidad, muchedumbre sin voz ni voto sobre su propio destino.

 

Y es que en el lema “una sociedad para todas las edades”, la preposición “para” supone finalidad, destino: una sociedad para el beneficio de gentes de todas las edades. Pero somos muchos los que preferiríamos un término más próximo a la potestad que al provecho: una sociedad regida, dirigida, organizada por gentes de todas las edades. Una sociedad que reconociera un futuro hábil, de utilidad, a la gente hábil, con independencia de su edad. Precisamente nuestro flamante Presidente, José Roberto López, decía en su toma de posesión del cargo que los mayores “queremos ser protagonistas de nuestro presente y también de nuestro futuro”. Una expresión cabal: horizontes abiertos, opciones libres. Se ha dicho que el cerebro humano se nutre de futuro. Si es así, es obvio que necesitarán de ese alimento los cerebros de todas las edades, y lamentablemente está claro que, en el presente, esa necesidad no está equitativamente cubierta.

 

Son aspiraciones legítimas que precisan de una voz potente y representativa que se haga oír en los centros de influencia. Hace falta unidad en el contingente de los mayores, y ese convencimiento es el que nos ha llevado a integrarnos en la Plataforma Europea de Personas Mayores (AGE), superando todas las fronteras geográficas y profesionales. Allí ya somos muchos. ¿Hay futuro? En nuestra Agrupación creemos que sí.