Agrupación Europea de Pensionistas de Cajas de Ahorros y Entidades Financieras

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Índice de Documentos > Boletín Euroencuentros > Número 15



“En una sociedad donde todo se compra y se vende, también

la vejez puede convertirse en una mercancía como las demás.”

Norberto Bobbio.

                       
El admirado pensador turinés, insigne figura internacional del derecho y de la ciencia política, nos dejó en su obra “De senectute” esta advertencia. Y basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de su aserto.

                        Seguimos en crisis. Y seguimos revisando la situación: podemos entenderla como escasez, carestía… también como momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes; pero también como mutación considerable… para mejorar o empeorar…  Con estas acepciones, y algunas otras más, se define la palabra crisis en el Diccionario de la Real Academia Española. Las dos primeras parecen tratarla desde una perspectiva material; la tercera alude a mudanza, a cambio. Y sobre esta deberíamos posicionar nuestra actitud.

                        Y para que esa mudanza sea para mejorar, conviene la reflexión desde nuevas perspectivas que no solo formulen el problema otorgando primacía a factores económicos, sino que incluyan también otros aspectos que afectan a la sensibilidad humana, a su dignidad, que fluctúan como barquichuelos de papel, frágiles, sobre la agitación de nuestro tiempo.

                        La pobreza ya se denomina desde los años 80 exclusión, que es un término mucho más amplio y complicado: no solo es pobre el que carece de dinero o de bienes, o tiene hambre, o está enfermo y no tiene con qué pagar al médico… sino también el que carece de representación y libertad, el que pierde sus vínculos sociales. Y hay factores de riesgo que directa o indirectamente nos pueden abocar a tal situación -sí, a nosotros- como personas y como colectivo: Entre otros muchos no menos importantes que venimos denunciando, como la escasa y deficiente presencia de los mayores en los medios de comunicación, la degradación del poder integrador de la familia es un hecho tan incuestionable como la edad y los achaques que nos afectan. No podemos ignorar que somos vulnerables. Pero también nos sentimos ciudadanos optimistas y activos, útiles y dispuestos a concordar las divergencias intergeneracionales y a contribuir con nuestras aptitudes y esfuerzo a un futuro común. Por eso reclamamos ese protagonismo y presencia activa en la sociedad y en los medios de comunicación, que nos corresponde. Sin ninguna duda.

                        Como grupo, mantenemos vivo nuestro manifiesto de 31 de octubre de 1990 Declaración de Bruselas, que expresa nuestra identidad colectiva y vocación social -razón de ser de nuestras asociaciones-, heredada del ejercicio de nuestra profesión en entidades singulares, promotoras del progreso y la riqueza de los pueblos,  como se indica en ese manifiesto.

                        Amparados por el derecho a la libre asociación, y colectivamente vinculados al fin social de nuestras entidades de origen nos organizamos en Asociaciones, Federaciones, Confederaciones, Agrupaciones, como la nuestra, afiliadas a Plataformas supranacionales de Mayores, que aglutinan a todos los sectores para lograr mayor influencia en los procesos sociales, de los que nos sentimos partícipes, y cooperar con eficacia en la resolución de conflictos y necesidades, incluidas las nuestras, aunque se dificulte o  ignore en ocasiones nuestra intervención.

                        Y como el tiempo es breve necesitamos fortalecer nuestras Asociaciones. Debemos prever y proveer el relevo de sus órganos de gobierno; dotarlas de vitalidad y actualidad con la incorporación de nuevos asociados y estimular la participación de todos sus miembros. Es un reto constante para garantizar la permanencia pública, actual y activa de nuestro asociacionismo.