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Índice de Documentos > Boletín Euroencuentros > Número 15



Tuve la oportunidad de hacer mis estudios de filosofía con pensadores como E. Levinas, P. Ricoeur o Lyotard J. F., pero pronto me convertí en un filósofo 'sobre el terreno' al crear el primer centro de acogida de drogadictos, con el padre Pierre y al margen de las comunidades Emmaüs.

Más tarde, al encargarme de los suicidios en el lugar de trabajo, empecé a relacionarme con responsables de grandes empresas; pasé de los toxicómanos a los “mánagers”, y también creí haber cambiado de oficio.

De hecho, me ocupo de la dimensión humana, un tema trabajado por los filósofos durante milenios.

Por supuesto, el tema de la solidaridad intergeneracional está dentro de este campo de lo humano. Creo que, entre los mamíferos de sangre caliente, sólo el hombre ha inventado el concepto de generación (a la espera de confirmación de los conocedores del mundo animal). Esto significa que es una construcción mental, es una visión particular del mundo, de los demás y sobre uno mismo y, al igual que cualquier otra construcción, este sentimiento de generación puede desaparecer un día. Quizá estamos al inicio de ese día.

Por otra parte, la solidaridad también tiene una historia. D. El filósofo escocés D. Hume señaló que la solidaridad, en primer lugar, es una tendencia que uno siente por sus padres, sus parientes y los suyos (familia, vecinos, compañeros). Más tarde es cuando uno puede ampliar el campo de solidaridad, saber vivir en una sociedad.

Ahora vivimos un cambio radical de esta base:

- El núcleo familiar se descompone y recompone.

- El concepto de barrio ya no es el mismo que en el hábitat predominantemente rural de los siglos anteriores. Los vecinos quizá son distintos, vecinos virtuales de las redes sociales en Internet, vecinos 2.0., pero no sustituyen en absoluto la disuelta vida local. De hecho, pueden desaparecer con un simple clic.

- Los “compañeros” eran los que habían llevado una vida similar en algún momento: el mismo colegio, aficiones en común desde la niñez... Esto también es cada vez más raro, y nos inventamos nuevas similitudes provisionales, momentáneas y precarias con el único propósito de participar en un encuentro, sin siquiera los pretextos religiosos, políticos o culturales que justifican peregrinaciones, eventos y conferencias de antaño. Entiendo que ustedes tienen puntos en común por el simple hecho de estar aquí (trayectoria profesional parecida, compromiso cívico, valores ...). Pero es algo cada vez es más raro y pronto la gente sólo se congregará para estar con alguien, varios en el mismo lugar durante un momento, (véase 'fast dating').

- 'Es cierto que hoy nos regodeamos de las “redes”, de las “conexiones”, pero esto ocurre porque las redes auténticas, las conexiones duraderas y las relaciones íntimas han desaparecido.” (Z. Bauman, Identidad)

En resumen, lo cierto es que hay una crisis de solidaridad y un retroceso del comunitarismo, comunidades que ya no son el punto de partida de un movimiento de generosidad hacia los demás, sino un punto de retorno, de aislamiento.

¿Qué desgracia ha hecho que nuestra generación haya reinventado las guerras de religión, particularmente en Oriente Medio? ¿De qué somos culpables? ¿Y cómo crear las condiciones para un renacimiento de la solidaridad?

Esta turbulencia del vínculo social, que lleva a los jóvenes a buscar lejos, en las ONG, un lugar donde ser solidarios, encuentra su origen en un movimiento todavía más profundo, de un cambio en nuestro mundo. Para retomar las palabras de Z. Bauman, entramos en un mundo líquido en el que ya nada es sólido. Las instituciones más antiguas pueden desaparecer, empresas nacidas en el 1881 se compran y se fusionen con la competencia que apareció hace cuatro días, los estados milenarios están al borde de la bancarrota, los imperios se hunden... y todo esto nos alcanza en lo más profundo.

Esta última manifestación de la post-modernidad, esta forma completa, la anunciaron los poetas hace mucho tiemp: Alicia en el país de las maravillas ya estaba en un mundo en el que “hay que correr tan rápido como pueda para mantenerse en el mismo lugar '.

Ése es el mundo en que vivimos hoy en día, las condiciones de vida cambian antes de que nos acostumbremos a ellas. Las ventajas se convierten en desventajas y las habilidades, en enfermedades.

Las relaciones duraderas han sido “liquidadas” a favor de las relaciones flexibles, conexiones temporales y redes que no dejan de cambiar. Hacemos “zapping” tanto en el plano sexual y afectivo como a nivel de barrio, de ciudad y, al final, de la sociedad en conjunto. Incluso un país escandinavo ha propuesto el “matrimonio de siete años” tras comprobar que eso es lo que duran de media las parejas de hoy en día.

Nosotros seguimos y seguiremos adquiriendo experiencia observando estos tiempos acelerados de encuentros inestables, de compromisos momentáneos y de compromisos a medias tintas... porque lo que domina hoy en día es “lo desechable, lo intercambiable y la exclusión”; no sólo mercancías e ideas de usar y tirar, sino también humanos. Somos consumidores consumidos que ahora deben establecer fechas límite de validez, como las de los chalets que se venden en la costa andaluza con “maravillosas vistas al mar con garantía de dos años”. “En este mundo, uno prefiere un regalo mejor para él que un futuro mejor para todos” (Bauman). ¿Cómo pensar entonces en transmitir el conocimiento, en la responsabilidad intergeneracional y en los deberes de la memoria?

Otro autor, P. Sloterdijk, también habla de la aceleración del intercambio de mercancías, de señales y de microbios . Insiste en el hecho de que “en una civilización saturada por la técnica, ya no hay aventura, sólo el riesgo de llegar tarde”. Esto explicaría la funesta pasión por la precipitación y la urgencia que tienen nuestros contemporáneos. De esta manera, algunos esconden su falta de dimensión, dejan proyectos a medias sabiendo que no son viables...

Más allá de lo que la prensa económica designa como “bellas carreras”, todos los participantes del mundo de hoy aceleran su ritmo. “Ahora sólo hay movimiento al final del pelotón”. No hay nada que uno gane al ir en cabeza y no se ponga en cuestión. Sin embargo, el coche escoba sigue ahí, por lo que el único objetivo de todos es no ser eliminado, desechado.

¿En qué se traduce esto en el plano generacional? En primer lugar, me gustaría contarles una anécdota. Un comerciante de aparatos de fotografía tenía una tienda en frente de un instituto. Entre los años 1950 y 1980, adoptó ciertos clichés de los estudiantes que salían de clase. El resultado habla por sí mismo: en los años 50, hay tres grupos diferenciados: los pequeños (10-13 años) en pantalón corto y con la cartera a la espalda, los mayores (14-17 años) que llevan vaqueros abiertos y la cartera en la mano, y los padres que vienen a buscar a los pequeños con ropa de calle. Con el paso de los años, los pantalones de los pequeños se alargan, y poco a poco los adultos se visten como adolescentes. Las diferencias son cada vez menos y las edades se entremezclan. Se entra en una nueva etapa cuando, bajo el pretexto de “hacer footing”, los adultos se visten con un chándal de una tela similar a la concebida inicialmente para la ropa de bebé. En resumen: desde el punto de vista de la vestimenta, las distinciones generacionales también se atenúan.

Hoy en día, la noción de “generación” suscita importantes controversias en Francia; nos encantan las controversias. Se trata de algo complejo; para pertenecer a la misma generación no basta con haber nacido en la misma época o formar parte de la misma cohorte. Además, hay que haber compartido una serie de acontecimientos comunes (la guerra, las épocas de bonanza económica, la revolución informática, el desarrollo de Internet) así como un momento particular de la vida, el “tiempo de los amores”, entre los 15 y los 30 años, que tiene un impacto determinante. Así pensábamos hasta ayer mismo; pero hoy, sin importar la edad, todo el mundo intenta seguir siendo joven, un adolescente en el tiempo de los amores. Por lo tanto, es como si sólo hubiera una única cultura en nuestra generación, que intenta ser eterna.

El hecho de pertenecer a una misma generación implica valores, una mentalidad común, una visión determinada del mundo. Ahora bien, la visión actualmente dominante del mundo niega el tiempo en reacción a la licuefacción del mundo, a las transformaciones cada vez más rápidas. Uno llega a pensar que cuanto más cambios se producen, más uniforme es todo.

Y sin un lugar en una cascada generacional, todos nos convertimos en individuos sin historia y sin un lugar en el tiempo, anclados en un eterno presente. Nadie piensa en su historia ni en su muerte a no ser que se englobe dentro de una cadena humana: “si el grano no muere...”.

Los especialistas de márquetin pueden hablar de generación X, Y o Z, de la generación del baby boom, de la generación de Internet... tan sólo son maneras de segmentar a los consumidores objetivo en grupos, clasificaciones que tienen poco que ver con una historia, con proyectos individuales y colectivos.

¿Es posible restaurar las condiciones de una historia, analizar el pasado y soñar con el futuro?

La última etapa moderna (desde los años sesenta en concreto) dejó la responsabilidad del futuro en manos de las generaciones jóvenes al pedirles que mantuvieran la conexión entre la brevedad de la vida individual y “la eternidad del hombre, de sus ideas y de sus conquistas”. Los jóvenes, por su parte, reivindicaron esta responsabilidad. Los Who cantaban “My generation” y pedían a los más ancianos que “se largaran”.

why don't you all fade away,

(talking 'bout my generation)

don't try to dig where we all stand,

La “externidad” de la juventud (según Isidore Isou) se inventaba.

Hoy se inventa una nueva edad, definida por una institucionalización creciente: la gran edad. Cada vez más, el cuidado de las personas “muy ancianas” se profesionaliza en el seno de estructuras específicas más allá de las familias. Así, aparece una nueva realidad generacional en el plano social.

Todos ustedes, que pertenecen al “baby boom”, que tenían veinte años en los sesenta, tienen que entender que, una vez que hayan envejecido y sean abuelos, no podrán dejarse llevar por el río tranquilo, aunque tumultuoso en ocasiones, de las generaciones. Cincuenta años después de 1968, todavía tendrán que construir su lugar y el de sus descendientes, tendrán que estar en primera línea para darle sentido a la historia del mundo, tendrán que repensar una solidaridad intergeneracional que afirme las diferencias, que marque las distintas etapas del recorrido vital.

Dominique CHRISTIAN