Agrupación Europea de Pensionistas de Cajas de Ahorros y Entidades Financieras

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Índice de Documentos > Ponencias y comunicaciones > Tossa de Mar 2013



¿De dónde viene la crisis?
Especulaciones desenfrenadas en los mercados y un sistema financiero mal dirigido han provocado en 2007/2008 la crisis económica más grande desde hace 80 años.
La suposición de los liberales económicos que han exigido durante varias décadas la subordinación de los políticos al “libre juego de los mercados” ha fracasado claramente.
Al mismo tiempo creció el encadenamiento de los sistemas financieros globales y de los actores participantes. Al estallar la burbuja inmobiliaria de EE.UU. en verano de 2007 se produjo un terremoto financiero mundial.
La crisis financiera ha gastado tan solo a causa de amortizaciones y depreciaciones de bienes inmuebles hasta 2009 alrededor de 7.300 mil millones de euros a nivel mundial. No hay ninguna duda: la crisis y sus consecuencias afectan duramente a Europa.
Debido al hundimiento del mercado hipotecario estadounidense y, un año después, debido a la quiebra del banco de inversión Lehman-Brothers, los países miembros de la Unión Europea se han visto obligados a abrir amplios paraguas de rescate para los bancos. A lo largo de la crisis se han gastado en total 4.600 mil millones de euros para el rescate del sector financiero.
El crecimiento en la economía real era de tan solo 0,5% y la economía bajó un 4,3%. Las tasas de desempleo aumentaban. Los países miembros de la UE reaccionaron aplicando programas de coyuntura. Tan solo Alemania, Francia y Reino Unido se hicieron cargo de 180 mil millones de euros para estabilizar la economía real.

Mientras tanto, hay constante peligro de una amenazante quiebra estatal de una serie de países miembros de la UE, puesto que la deuda pública de la Eurozona creció rápidamente hasta más de 85% como consecuencia de la crisis del mercado financiero. Acto seguido, el Parlamento Europeo ha aumentado la protección mínima para los depósitos bancarios y los requisitos de capital de los bancos. Además, ha adoptado un reglamento sobre la regulación de las agencias de calificación crediticia. Europa está en una encrucijada. Hay que ganar de nuevo la confianza en los mercados. La política de austeridad ha fracasado, dado que el saneamiento de los bancos se ha realizado a costa del “pequeño hombre”.

Las consecuencias a largo plazo de la crisis solo pueden ser minimizadas con menos deudas y más trabajos. Los países en crisis necesitan planes financieros sólidos y una seguridad de planificación para las empresas y la población, ya que la crisis de endeudamiento no se soluciona solamente con una disciplina presupuestaria. Es necesaria una precisa ofensiva de inversión para estimular de nuevo la economía de la Eurozona. Las carencias presupuestarias solo se pueden eliminar mediante una decisiva trayectoria de crecimiento y de modernización, mientras que los ingresos y los ingresos fiscales solo pueden asegurarse mediante esta forma.
Europa camina solo unida. Estamos todos en la misma situación. No obstante, cada país tiene que establecer sus propias reformas. Esto requiere la resecación de los oasis fiscales y la creación de equidad fiscal en todos los países. Muchas empresas multinacionales se escapan legalmente de un gravamen adecuado en Europa a causa de lagunas legales. El gravamen adecuado para un patrimonio alto y, en especial, para ingresos muy altos es un requisito para una consolidación sostenible de los presupuestos fiscales. El fraude fiscal y los oasis fiscales solo pueden darse a la vez en Europa.
Para impedir fraudes fiscales deberá haber un intercambio automático de informaciones sobre inversiones de capital. Solo así es posible descubrir los fondos secretos en el extranjero. Es hora de que los responsables de los fraudes fiscales no se escondan más detrás del secreto bancario de otros países. Esto cuenta tanto para dentro de la UE como para Liechtenstein, Suiza y otros oasis fiscales internacionales.


¿Cuál será el papel de los jubilados en un futuro?
La situación del PIB alemán en comparación con el de otros países europeos es buena. Sin embargo, los trabajos de media jornada y los despidos aumentan.
Las pensiones obligatorias están sometidas a una gran presión. Los no aumentos salariales y los crecimientos más débiles influyen negativamente en las cuantías de las pensiones. Las pensiones no aumentan porque los ingresos son más bajos. Las empresas que ganan menos dinero emplean, por lo tanto, a menos personas y pueden permitirse solo pequeños aumentos salariales. Sin embargo, esto repercute enormemente en la seguridad social y en el presupuesto público.
El gobierno alemán introduce todavía este año las aportaciones, con un crédito de 30.000 millones de euros, en el seguro medico y en el subsidio de desempleo. Sin estas aportaciones, las cotizaciones sociales serían tres puntos porcentuales más altos.

La crisis europea hace que los alemanes estén aún más preocupados por la pobreza en la tercera edad. Uno de cada cinco trabajadores a partir de 50 años teme no poder ganarse la vida en la vejez por su propia cuenta. Tan solo un tercio de la población considera que su pensión actual es suficiente.
Existe una gran confusión que es fomentada por las deudas públicas desbordadas y las quiebras amenazantes de países europeos. Casi uno de cada dos ve en las deudas y en la crisis del euro, un peligro para la provisión en la tercera edad y teme que esas transferencias a los países europeos puedan ser, en concreto, una carga para los fondos de pensiones. El miedo a un creciente hueco de pensiones no conlleva evidentemente a una previsión privada reforzada. Las razones para ello son el miedo a la inflación, el temor a que la depreciación monetaria gaste sus propios ahorros. Además, la confianza en las conocidas formas de inversión (por ejemplo, la Riester-Rente1) disminuye y la desconfianza en la seguridad de las pensiones privadas aumenta. Tan solo la compra de inmuebles en calidad de pensiones está en auge.

El peligro de una ruptura de la unión monetaria parece cada vez más evidente. Esto tendría consecuencias devastadoras no solo para la economía alemana, sino también para toda Europa. Los dirigentes europeos deberían considerar la crisis como una oportunidad y demostrar que son unos buenos administradores de la crisis para que Europa alcance una base económica sólida. La obligación de todos europeos es salvaguardar y conservar con entusiasmo el proyecto de paz europeo inicial, una Europa para todos los países y para todas las personas.

 

Ruth Rebert (marzo 2013)