Agrupación Europea de Pensionistas de Cajas de Ahorros y Entidades Financieras

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Índice de Documentos > Boletín Euroencuentros > Número 7



 

Si el siglo XX fue el del gran crecimiento demográfico, el siglo XXI debería ser el del gran envejecimiento”. La frase aparece en una reciente encuesta del CNR (Consiglio Nazionale della Ricerca).

 En las últimas décadas, tanto la opinión pública como la clase política han prestado mucha atención a las grandes transformaciones económicas y sociales, a los grandes acontecimientos políticos y a las sangrientas luchas que han provocado. Han sido transformaciones rápidas  y profundas que han modificado y de alguna manera trastornado, toda la estructura de la sociedad. En cambio, hasta hace pocos años se dio muy poca importancia a la paralela transformación demográfica –contemporánea a la socioeconómica– que igualmente alteró, aunque de manera más silenciosa, la población y la sociedad. Siempre según la encuesta realizada por CNR, el envejecimiento constituye, al menos por ahora, un problema de los países desarrollados. De hecho, si en los países en vías de desarrollo es actualmente un fenómeno poco relevante, tiende a crecer cada vez más. El envejecimiento de la población se alcanzará plenamente dentro de dos o tres generaciones, es decir, en un plazo de tiempo muy reducido desde un punto de vista demográfico, social y cultural. La velocidad del envejecimiento constituye, pues, la primera gran dificultad a la que tiene que enfrentarse la sociedad.

 

                          

 

 

La segunda es la intensidad del fenómeno. La tercera es la duración del proceso de envejecimiento de la población, con el cual las sociedades occidentales deberán convivir durante mucho tiempo. Otro obstáculo es el hecho de que el  envejecimiento es una absoluta novedad en la historia de las poblaciones y que, por lo tanto, no existen precedentes a los que hacer referencia.

Los estudios sobre las condiciones de las personas mayores son numerosos; pero, si es verdad que se ha prestado mucha atención a los llamados factores de riesgo y a la organización de servicios para las situaciones más problemáticas, también es verdad que falta interés en la dimensión activa del mayor, en el protagonismo social y cultural del mismo, en las oportunidades de su reinserción en el tejido social. De ahí la necesidad de un acercamiento global al longevo, un acercamiento que no tenga en cuenta sólo el aspecto asistencial, sino que ponga de relieve el derecho a llevar una vida satisfactoria tanto social como relacional y cultural, de manera que pueda vivir plenamente, mejorar y desarrollar su propia identidad en la que encuentra el sentido de su existencia. Si no queremos, pues, construir un futuro discriminatorio para nuestros mayores, y por tanto desastroso, tenemos que tener el valor de proyectar ciudades y servicios a su medida. Hay que añadir además la prevención personal. Y respecto a eso las investigaciones demuestran que el envejecimiento es precoz en las clases sociales más bajas. Mantener la mente despierta y activa, desarrollar la propia curiosidad y participar en la vida social ayudan a envejecer. El tema de la formación y de la educación a lo largo de la vida está relacionado con lo expuesto anteriormente y es de fundamental importancia para la Plataforma AGE.

De hecho, muchos mayores son totalmente inactivos y muchos viven en la pobreza. Sin embargo hay un número elevado de gente mayor autosuficiente. A pesar de los pequeños problemas físicos, éstos se demuestran robustos, hacen deporte, cuidan tanto el aspecto físico como la salud y, gracias también a sus posibilidades económicas, realizan viajes en grupo a lugares lejanos y exóticos. Es el prototipo de la persona que envejece con éxito (successfull aging), un individuo cuyas aspiraciones coinciden con las de los jóvenes y los adultos. La cara opuesta es el anciano enfermo y uno de los problemas más relevantes está representado por el envejecimiento patológico del cerebro. De hecho, una cuarta parte de éstos vive en residencias caras, pero que frecuentemente ofrecen una asistencia precaria, pese a la gran carga social, económica y asistencial que estos enfermos comportan a la familia y a la sociedad.

En los países más desarrollados se ha observado que la figura más representativa es la del “nuevo anciano”, es decir, la del individuo ávido de actividad y experiencias al que se dedican titulares de revistas especializadas que incluyen temas de interés variado, desde el deporte hasta los viajes, los programas para el estudio de nuevas carreras, las olimpiadas para atletas de la tercera edad, etc. Otro tema importante, además de las razones económicas, sociales y culturales, es la toma de conciencia del poder político por parte de las personas mayores. La representación electoral de los mayores es una realidad que no se puede dejar de lado. “Las necesidades y las exigencias de los ciudadanos de la tercera edad dominarán cada vez más la agenda política del futuro”, ha sido afirmado por personalidades importantes. La plena conciencia de la propia fuerza política, de la capacidad de influir en importantes sectores económicos y productivos, permitiría a un “lobby” que uniera de manera efectiva a “viejos” y “nuevos ancianos” homologados en un futuro caracterizado por un número creciente de problemas comunes; ser el protagonista e interlocutor directo, a distintos niveles, de una sociedad y de sus instituciones (sobre todo las políticas) que han venido prestando atención a los mayores sólo de cara a las elecciones.

Nuestra sociedad empieza a percibir el fenómeno del envejecimiento general, pero no está todavía preparada culturalmente para intervenir. Es necesaria la colaboración y el esfuerzo de todos para poder ver al mayor como componente activo del mundo. Como dice el Profesor Norberto Bobbio “El envejecimiento empieza en la juventud. Es, en suma, algo que hay que construir con inteligencia y con pasión”.

Franco Salza

Presidente Asociación de Pensionistas de Cajas de Ahorros de Turín

Federación Sindical Nacional de Asociaciones de Pensionistas del Crédito