Agrupación Europea de Pensionistas de Cajas de Ahorros y Entidades Financieras

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Índice de Documentos > Boletín Euroencuentros > Número 16



En memoria de José R. López Martínez, activo y estimado Presidente que fue hasta sus últimos días de esta Agrupación Europea.

En estos tiempos de tanta información a nuestro alcance, tanta que con un solo clic es capaz de abrumarnos, las exigencias de adaptación son ineludibles para estar y existir socialmente; vivimos tiempos de paradojas y vicisitudes sorprendentes, de cambios acelerados: Mientras se mantienen los deseos de reconocimiento y de pertenencia a un determinado grupo, propios de nuestro instinto gregario, priman, inmersos como estamos en la “sociedad de la información”, las incertidumbres y, efímeros como la moda, los saberes del momento en detrimento de la experiencia y la historia, persistente patrimonio custodiado por los mayores, que siguen teniendo escaso reconocimiento social pese a sus merecimientos y real valía.
Junto a las ansias posmodernas de autosuficiencia individual, bien dotada de nuevas tecnologías capaces de alterar los modos y hasta la esencia de la comunicación, y también de estimular y promover iniciativas, nos encontramos nosotros los mayores, poco decididos según parece al necesario acomodo a los nuevos tiempos. Desde estas premisas, el intercambio, la comunicación intergeneracional se muestra en nuestros días carente de ánimo.

Sin embargo, hoy, bien que lo sabemos, los mayores conformamos un grupo social muy distinto a lo que fue en otros tiempos. Los mayores somos muchísimos más si nos comparamos con cuantos fuimos en el pasado, y cada vez más sanos, más longevos, más numerosos, activos y capaces de involucrarnos socialmente con nuestros proyectos a pesar de que “la discriminación, el abandono y el abuso que afecta a las personas de la tercera edad son comunes en todas las regiones del mundo, al tiempo que las tendencias actuales indican que esa situación va a empeorar.” Así lo advirtió la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos en una nota que, fechada  el 16 de febrero de 2011, se publicó en la página principal del Centro de Noticias de la ONU 

http://www.un.org/spanish/News/.

Con ese panorama internacional y sus tendencias no muy halagüeñas, aparece en las librerías un librito escrito por manos seguramente temblorosas, pero estructurado, sin duda alguna, por mentes lúcidas rebosantes de vida y energía además de la agudeza propia de las canas; espabila, se rebela contra la indiferencia, contra la abulia de la gente… “Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación.” Tiene la fuerza de un panfleto. Es sentido y apasionado. Y empieza, salvando prólogo y nota a los lectores españoles, con cuatro palabras: noventa y tres años; los que tiene su autor, Stéphane Hessel. “Yo también nací en 1917”, dice en el prólogo nuestro José Luís Sampedro.

Así, de ese modo inesperado, aparecen dos nonagenarios que, apelando con atrevimiento a las nuevas gene-raciones, han sido capaces de armar un buen revuelo editorial y también social (tal vez el más sonado del primer semestre del año): ¿Quién no ha oído al menos hablar a estas alturas de ¡Indignaos!, título de la obra en cuestión? Stéphane Hessel osa dirigirse nada menos que “A aquellos que harán el siglo XXI…” diciéndoles “… con todo nuestro afecto: Crear es resistir. Resistir es crear”.
Si la cultura la conforman los conocimientos adquiridos por una persona o grupo para poder interpretar e interrelacionarse con su entorno, o es, como dice el DRAE, el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos, grados de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social, etc.”, dado su caudal imposible de contener, ¿contribuirá al beneficio general su permeabilidad entre grupos aunque existan dificultades que, entre todos, habrá que superar? Obviamente sí. Sonrían con este ejemplo:

http://www.youtube.com/watch?v=tIA6utO23JE&feature=related

De la mera observación del diferente uso del lenguaje entre abuelos y nietos, incluso entre padres e hijos, de la utilización y apetencias por las nuevas tecnologías, se evidencia la brecha generacional existente. Desde cualquier edad, se mire donde se mire, sin duda hay mucho que compartir con los demás. Y no lo hacemos por ignorancia, dejadez, vergüenza o menosprecio.
Aparte de voluntad, que también, se necesita una buena dosis de humildad para aceptar el intercambio de ro-les maestro-discípulo y descubrirse unos a otros las parcelas ignoradas del patrimonio común, el cultural, que contri-buyan, hoy o mañana, a la convivencia armoniosa. Es el modo de continuar el inacabable e irrenunciable proceso de aprendizaje en el que la vida nos tiene inmersos con sus mudanzas. Además de nuestro deber es nuestro derecho.

Sin duda, el librito de Stéphane Hessel, escaso en volumen pero henchido de dignidad y entusiasmo, demuestra que esa utopía de “Una sociedad para todas las edades” es posible. Se trata, en realidad, de recorrer un camino común, que hay que explorar y abrir con la suficiente amplitud juntos, no sólo desde la formación, sino también, y básicamente, desde el aprendizaje constante y la educación. Así lo entendió el profesor Pierre Vellas, de la Universidad de Toulouse, iniciando en la década de los 70 lo que hoy con tanto éxito conocemos aquí como Universidad Permanente. Siempre, como personas, se está a tiempo de seguir desarrollando y perfeccionando nuestras facultades intelectuales y morales. En eso consiste el vivir.