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Índice de Documentos > Boletín Euroencuentros > Número 15



            Cuando visitamos “El Toboso” en un día de tarde lluviosa y un poco fría en contraste con las jornadas de sol estivales y calor asfixiante que ofrece la Mancha y en donde nos habían dicho que nunca llovía; esta visita me hizo pensar en la célebre obra maestra de Miguel de Cervantes Saavedra: “El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” cuyo autor quiso ensalzar algunos aspectos de la cultura de su tiempo y de la vida del hombre:

-  los intelectuales de la época  no fueron capaces de hacer frente a estos nuevos tiempos de materialismo, de declive idealista, del surgimiento de la crisis que dominó el periodo siguiente; el Siglo de Oro;

- el caballero “loco” evidencia por excelencia el problema existencial, es decir, la desilusión que el hombre padece cuando se enfrenta a la realidad, la cual anula frecuentemente  su imaginación, su fantasía, sus sueños,

-  la percepción de las cosas cambian según con el prisma con el que se mire, por ejemplo, en la obra, los molinos de viento se convierten en gigantes, un rebaño de ovejas es un gran ejército, dos monjes son confundidos por encantadores. De este modo, se pierde precisamente la concepción de la realidad. En la obra, Don Quijote, la dimensión trágica se origina a partir de la falta de correspondencia entre objetos y palabras. La locura la define como el modo de concebir el mundo a través de las distintas miradas que no se ofuscan en ideas y condicionantes de la sociedad.

            Cervantes también quiere ridiculizar la literatura caballeresca con fines personales. Fue combatiente en la batalla de Lepanto y héroe real, comprometido con las batallas reales en defensa del Cristianismo. Pero, en el transcurso de los últimos años de una vida de pobreza, sin haber obtenido ningún premio que seguramente le hubiera sido concedido por su valor; ahora ha caído en el olvido de todos. Seguramente, se opone al modo por el cual la gente común ha percibido y vivido las gestas de los héroes imaginarios de la literatura caballeresca, héroes inexistentes pero ensalzados.

En otras palabras, Cervantes quiere que haya una ecuanimidad en cuanto a las opiniones de las personas sobre el valor real de los soldados del Cristianismo a costa de héroes imaginarios de  los libros de caballerías.

A lo largo de la novela reina la confusión, la incertidumbre, el desengaño; una ruptura entre conciencia y vida que quizás perdure hasta hoy y que por consiguiente, “Don Quijote” sea en la actualidad, una obra de gran alcance.

Durante un reciente viaje que hice al sur de Italia, en Campania, me encontré con un buen amigo que hace poco publicó el libro “Alle falde del Monte Saro” (A las faldas del Monte Saro). Trata de una breve biografía antológica que narra los trabajos llevados a cabo por un notorio personaje local conocido como “Masta Gino”: Gino de Filippo.

El libro de mi amigo Antonio Gallo intenta ensalzar la figura de un hombre que nació, vivió y trabajó siempre en Episcopio (Provincia de Salermo). Trabajó como peón, albañil, pintor de brocha gorda pero también fue un poeta, un escritor, un pintor, un progresista que siempre fue fiel a sus principios y siempre quiso superarse así mismo por el bien de la comunidad. Especialmente, me impresionó la imagen de Gino de Filippo, presente en la portada del libro que representa a Don Quijote subido en su caballo conocido como Rocinante.      

Me atrajo la linealidad del diseño, la simplicidad de los trazos y la elegancia de las formas. Si lo observarais atentamente, seguro que también seríais capaces de apreciarlo.

            En definitiva, estoy convencido de que si todos fuéramos un poco ese Don Quijote, la lucha contra los molinos de viento de nuestra vida y de la vida de este mundo tan turbulento no sería tan complicada.

Egidio Ramondetti  - Italia