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Índice de Documentos > Boletín Euroencuentros > Número 14



LIBERTAD, PLENITUD Y RESPONSABILIDAD.

 

La dimensión social del hombre requiere libertad para manifestar su plenitud. Y es allí, inmerso en la colectividad, donde el individuo la reivindica; no en el aislamiento sino en la agrupación. Por ello, curiosamente, cedemos en beneficio de la convivencia parte de la libertad que creemos nos corresponde. La libertad no es un estado sino un camino inacabable de avances y retrocesos que hay que recorrer aunque los sentimientos, los recuerdos, los hábitos… nos opriman, tamizando, siempre hay que hacerlo, nuestro comportamiento. Solos, estamos condenados al fracaso o a la alienación.
Estamos en crisis. No solo económica, sino también financiera, social, cultural, política y de valores. Además de perplejidad –que paraliza- por lo novedoso de la situación, hay hambre en lugares hasta ahora no acostumbrados y afloran conflictos entre los diferentes colectivos sociales; falta comunicación y escasean respuestas novedosas y dinámicas para resolver situaciones nuevas y cambiantes como las modas. La crisis del Estado de Bienestar provoca angustia, fragmentación de los diferentes grupos sociales, miedos y egoísmos que en nada contribuyen a avanzar por la nueva senda que está por construirse con el esfuerzo de todos.
La Reina Isabel II de Inglaterra, en su mensaje navideño del año 2006, dijo entre otras cosas que las presiones de la vida moderna a veces parecen debilitar los lazos familiares, y que la ignorancia y la incomprensión llevan al peligro de una verdadera división entre las generaciones. Opinión con discusión reiterada en múltiples foros.



No hay que olvidar que nuestro colectivo, que es el que experimenta el más rápido crecimiento entre los segmentos de población, plantea diversos problemas a la sociedad que, ante el incesante acrecer del gasto médico en esta etapa de la vida y la insuficiencia de recursos para atender la demanda de la población, son objeto de discusión por lo gravosos que pueden resultar: por ejemplo, los altos costes de la atención médica, la mayor vulnerabilidad de los mayores o la determinación de prioridades en tratamientos médicos; y disquisiciones sobre quién debe ser beneficiario de todo ello, si el individuo, cualquiera que sea su edad, o la sociedad.
El incremento demográfico a escala mundial, la concentración en las grandes urbes, las migraciones y el proceso de envejecimiento no solo en los países desarrollados, son los grandes desafíos que hay que afrontar teniendo en cuenta también la complejidad multicultural.
No se trata de presentar un panorama pesimista. Es un simple esbozo de la actualidad, divulgada en diferentes medios, que pretende estimular nuestra imaginación para contribuir desde nuestras posibilidades a la construcción de un futuro mejor; el análisis profundo y autorizado de la situación descrita corresponde a los expertos y a los responsables políticos, de quienes exigimos el deber de abordarla a partir de su conocimiento. En él deben sustentarse los cambios necesarios. No basta con permanecer expectantes desde una situación de privilegio que quizás ya no lleguen a disfrutar nuestros hijos o nietos. El cambio acelerado de la pirámide de población mundial obliga a la búsqueda permanente de respuestas y a reclamar mayores exigencias, y también responsabilidades, de los diferentes grupos sociales.
Pero esas responsabilidades no solo nos alcanzan como individuos; también como colectivo deben presidir la defensa de nuestro bienestar que, sin duda, redundará en el de todos. Los cuidados preventivos de la salud; la participación activa en nuestras  asociaciones que asegure su renovación y permanencia mediante los relevos estatutarios y el cumplimiento de sus fines, y el aporte a la sociedad  de capacidades, valores y experiencias aprovechables por los órganos de decisión oficiales, administrativos y políticos, son actitudes imprescindibles que requieren altruismo y solidaridad.

La generosidad de nuestra entrega y espíritu de servicio, cuyo reconocimiento y divulgación reivindicamos, nos legitima para demandar de los poderes públicos la atención que nuestro colectivo de gente mayor y activa, cada vez más numeroso, precisa y merece.