Agrupación Europea de Pensionistas de Cajas de Ahorros y Entidades Financieras

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El tema nos lleva a reflexionar sobre las dificultades que afrontan las personas mayores discriminadas en el mundo de hoy y la atención que la sociedad les presta, en particular a los mas pobres y desprotegidos.

Estamos ante un problema que, si bien se observa, afecta a todo el mundo en mayor o menor proporción. ¡Portugal no es una excepción! Sin embargo, según  los datos de que disponemos todavía no forma parte del grupo de los países más afectados.

La llamada “Tercera edad” siempre ha sido en nuestro país objeto de una cierta discriminación, tanto a nivel personal como institucional.

La discriminación personal se observa más en los grandes centros urbanos, donde normalmente existen instituciones dedicadas a prestar ayuda a los más mayores que por falta de poder económico se ven precisados a acogerse a ellas. Este es el caso de las llamadas Casas  “Misericórdias” y  los Centros de Solidariedad Social que ofrecen comidas diarias, y, en las situaciones más extremas, sobre todo cuando ya no existen vínculos familiares, también se ocupan de la sanidad y el alojamiento de la noche a la mañana.

Así mismo ocurre con frecuencia que las familias, con su ritmo de vida, no están en condiciones de mantener a sus ancianos en su propia residencia. En este caso, deciden como solución alojarlos en “Lares” (viviendas sociales). En principio, pasan unas horas con ellos en los fines de semana, pero al continuar el internamiento, estas visitas van siendo menos asiduas. Así pues, los ancianos quedan entregados a su suerte, y a menudo les llega la muerte sin que les acompañen  la familia o los amigos.

Discriminación institucional. En Portugal las pensiones, solo recientemente comenzaron a ser indexadas a la inflación, y son, en promedio, relativamente bajas, por lo que las personas de edad avanzada que viven solas, se ven incapaces de sufragar los gastos esenciales para una vida digna: comida, alquiler de casa, electricidad, agua, gas y, en particular, sanidad; el valor de la pensión, en muchos casos, es insuficiente para cubrir los medicamentos recetados. Les queda por lo tanto, la ayuda de las Instituciones de Solidaridad Social de que dependen cada vez en mayor número. Esta es la situación que actualmente experimentan las personas mayores que reciben pensiones muy bajas.

La discriminación se hace especialmente patente en nuestros ancianos, sobre todo los mayores de 70 años, que a menudo no pueden acceder al crédito. Es cierto que algunas instituciones han ampliado la oferta de préstamos a personas de hasta 80 años, pero las demandas de garantías y los gastos de seguro de vida son tales que hacen prácticamente imposible asumir sus costes.

Por otra parte, las pensiones de viudedad son del 50% de la última pensión recibida por el pensionista, y el total es para el cónyuge viudo, si no hay hijos. Si hay un menor de edad o incapaz, la pensión se distribuirá entre el cónyuge viudo y los demás herederos, en proporción de 25% para cada parte.

La discriminación se atenúa o no existe para las personas con pensiones altas, que les permiten llevar una vida más digna y feliz, en casa de familiares o instalados en residencias de mayor categoría, en las que disfrutan de todas las comodidades y no les falta nada. De este grupo, muchos siguen viviendo en el hogar, pues sus recursos financieros soportan todos los gastos, incluido el personal de apoyo en la casa.

Sobre este mismo tema es importante añadir la crisis sin precedentes que experimentamos actualmente y que el mundo globalizado en que vivimos no eliminará con  brevedad.

Es decir: con la prosperidad económica ahora adormecida y la vitalidad de algunas de las más prestigiosas instituciones financieras en entredicho, ¿que nos resta? Un panorama cada vez más sombrío que ya afecta a una franja grande de los ciudadanos que aun están en activo. Las Empresas que todos los días cierran sus puertas, aumentan el desempleo e inevitablemente crece el número de personas necesitadas, la  pobreza se ensancha y va dejando sus marcas. Ya no solo los grupos tradicionalmente desprotegidos recurren a las Instituciones de  Solidaridad. Hoy, los desempleados, aún los procedentes de la clase media, también pasan a necesitar ayuda para resolver sus compromisos y sobrevivir con un mínimo de dignidad, y se ven discriminados en muchos aspectos de la convivencia social.

Antonio Serra
Lisboa (Portugal)