La celebración del XXVII Euroencuentro tuvo lugar en ANDORRA. El Principado es un pequeño país de aproximadamente 468 km2 situado en los Pirineos, entre España y Francia. Su capital, Andorra la Vella, está formada por siete parroquias: Canillo, Encamp, Ordino, La Massana, Andorra la Vella, Sant Julià de Lòria y Escaldes-Engordany.
Andorra cuenta con una población cercana a los 80.000 habitantes, pero cada año acuden muchos más visitantes que la eligen como destino de vacaciones, para ir de compras o de negocios, siendo considerada uno de los centros turísticos más importantes de Europa. El país está situado en una región de escarpados picos y hermosos valles, por los que discurren numerosos cursos de agua. En este lugar privilegiado nuestro Congreso debatió sobre el tema
Brecha digital y exclusión social de los mayores
Avanzar hacia una sociedad mejor pasa por entender que la tecnología no debe ser un obstáculo para nadie. Mientras que los jóvenes hacen uso de ella para multitud de tareas, las personas mayores que nunca se han conectado a Internet pueden sentirse marginadas, debido a la llamada brecha digital. Así, la realidad va dejando en la cuneta a personas que a sus dificultades para salir adelante añaden la exclusión digital, una gran muralla que se alza frente a ellos.
La desconexión digital es el analfabetismo del siglo XXI. Estamos ante una nueva brecha social que se ha extendido a gran velocidad, convirtiéndose en obstáculo insalvable para grupos de ciudadanos carentes de formación o habilidades suficientes para manejarse con las nuevas tecnologías.
En Francia, según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos, una de cada seis personas aún no utiliza internet; es más, una de cada tres personas carece de conocimientos informáticos básicos. A esta situación se le llama "ilectronismo", término bárbaro que denota una forma de analfabetismo digital que afecta, tanto a colectivos de mayores como a personas poco cualificadas y con escasos ingresos, que generalmente no tienen quien pueda ayudarlos.
Es preciso saber de qué medios disponemos o deberíamos disponer para luchar eficazmente contra esta brecha digital. En primer lugar, es necesario combatir una idea preconcebida según la cual el fenómeno está destinado a retroceder con la desaparición “natural” de los mayores; se supone que los grupos de edad más jóvenes estarían mejor formados en informática, pero esto no es un consuelo.
Obviamente, el fenómeno no es exclusivo de Francia, donde el nivel de habilidades digitales está en línea con el promedio europeo. Un primer aspecto a considerar sería el de la formación: aprender a utilizar los recursos digitales, el acceso a Internet, el uso de procesadores de texto y del correo electrónico se han convertido hoy en día tan imprescindibles como saber leer o escribir.
Portugal es el segundo país de Europa con más personas mayores, un 22% en la actualidad, justo por debajo de Italia. El Instituto Nacional de Estadística pronostica que en el año 2050 un tercio de la población portuguesa será anciana y más de un millón superará los 80 años. La tendencia al envejecimiento de la población es clara: viéndolo de forma positiva cabe destacar el aumento de la esperanza de vida, pero de forma negativa el descenso de la fecundidad es un problema.
Por si fuera poco, en Portugal las personas mayores tienen una peor calidad de vida, siendo más frágiles y dependientes, sobre todo en lo referido a la atención sanitaria. Ante esta realidad es preciso desarrollar iniciativas para que las personas sin formación digital no sean excluidas socialmente; se deben aprovechar oportunidades tales como “Eu sou digital” [Yo soy digital], que tiene un amplio respaldo, así como la iniciativa DigComp, el Marco de Competencias Digitales para la Ciudadanía, impulsado por la Unión Europea.
En España, el apagón digital afecta al 35% de la población; son más de 800.000 las familias que no disponen de equipos informáticos o carecen de formación para utilizarlos. A las desigualdades económicas y sociales se añaden las digitales, que dificultan hacer gestiones administrativas, bancarias o acceder a los servicios básicos de salud; la escasa ergonomía de algunos dispositivos impide el acceso a algo tan sencillo como pedir una cita con el médico.
En nuestros respectivos países los seniors utilizan Internet principalmente para intercambiar mensajes con familiares y amigos, para informarse, leer la prensa…. Hay diferencias entre el ámbito rural y grandes ciudades, registrándose en ésta un porcentaje significativamente mayor al de los pueblos. Algo parecido ocurre entre personas mayores de 75 años que viven solas o poseen un menor nivel formativo; para ellas el acceso a los servicios públicos básicos se convierte en una auténtica carrera de obstáculos.
Cada vez que se prescinde de alguna prestación presencial, una parte del colectivo de mayores sale perjudicado y pasa a ser “cliente de segunda”. ¿Cómo abordar esta problemática? Un aspecto fundamental a tener en cuenta es la «socialización»: el descubrimiento y posterior asimilación de las herramientas informáticas puede venir del aporte intergeneracional, ya que los jóvenes tienen un conocimiento y práctica de herramientas digitales muy superior al de sus mayores.
Pero esto puede resultar insuficiente. A quienes viven solos y no tienen unos conocimientos básicos de tecnología les resulta difícil hacer gestiones por internet, siendo las Administraciones Públicas los sitios más complicados; le siguen las tareas sanitarias, sociales, bancarias y, por último, la realización de compras on-line. La importancia de estas actividades supone una clara alerta social: es preciso que gobiernos y sociedad civil emprendan programas de «envejecimiento activo» que mejoren la participación de los ciudadanos de mayor edad.
Hay que tomar conciencia de esta situación ya que, en todo el mundo, la proporción de personas con más de 60 años está creciendo más que ningún otro grupo de edad. Unas tasas de fertilidad decrecientes y el aumento de la longevidad son factores que inciden en el «envejecimiento» continuo de la población.
Además, los ancianos también son un recurso vital para sus familias y comunidades, ya que muchos continúan trabajando en distintos sectores, más o menos formalmente; es lógico que los mayores participen según sus posibilidades, por lo que se necesita un marco adecuado para desarrollar estrategias sobre envejecimiento poblacional.
Por último, juntando los tres pilares de actuaciones sobre salud, participación ciudadana y seguridad, se puede llegar a un consenso para avanzar en la integración social de la llamada “tercera edad”. Pero las propuestas y recomendaciones políticas son de poca utilidad si no se ponen en práctica acciones palpables y concretas.
¡Hay que encontrar soluciones para que el mundo digital sea accesible para todos!