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El concepto de solidaridad es amplio y va más allá de la mera relación intergeneracional; en nuestro mundo globalizado la amistad y el apoyo mutuo es un componente fundamental de la relación entre países. La historia de Europa como fusión política de naciones es un proceso largo y complejo; cuando parecía que La Unión Europea ya estaba consolidada, vemos que el Reino Unido se desenganchó del continente y ahora estamos viviendo un momento crítico en su vertiente oriental, con Rusia invadiendo territorio ucraniano.
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Tras las dos grandes guerras del pasado siglo parecía que el primer mundo había llegado al final de su conflictiva historia y así lo anunciaba Francis Fukuyama, el politólogo americano que vaticinó la caída del Muro de Berlín, un año antes de que este hecho se produjera. El siguiente artículo hace un apunte sobre el devenir del tiempo histórico en la esperanza de que, tras siglos de guerras, la humanidad haya aprendido algo y se encamine hacia un futuro mejor. EL FINAL DE LA HISTORIACon la Ilustración surge una idea de la historia como ciencia social, siendo Montesquieu el que sienta las bases de su concepción al afirmar que “no es la fortuna la que domina el mundo” e indagar en las causas que determinan el curso de la historia, como proceso universal dirigido hacia un fin determinado. Esta visión contrasta con el carácter precientífico de la historiografía griega, que carecía de un sentido lineal del tiempo: su concepción era cíclica, de movimiento circular que repetía los mismos sucesos, siguiendo el modelo del “eterno retorno”. Efectivamente, para los artífices del modelo cultural de Occidente el devenir temporal no obedecía a un proceso evolutivo, dirigido a lograr un fin determinado; esta idea finalista de la historia surgiría con el nacimiento del cristianismo y su entronque con la tradición judía. Tal como describe el Génesis, el mundo fue creado por Dios para que los hombres cumplieran su misión en él, siguiendo un proceso escatológico que culminaría con la salvación de la humanidad al final de los tiempos. La idea del sistema perfecto que dé sentido trascendente al mundo es recurrente en los grandes pensadores, que tratan de dar respuesta a las preguntas primordiales sobre la existencia diseñando una cosmología en la que todo encaje de forma armónica y perfecta; éste sería el fin perseguido por la filosofía, en su intento de explicar por qué somos quien somos, más allá de nuestra existencia material. La dialéctica histórica fue formulada por Hegel, tratando de explicar cómo funciona el devenir humano y las contradicciones del mundo real: cada cosa es lo que es en relación y dependencia con otras y, en última instancia, con la totalidad. Según el gran filósofo del idealismo alemán habría un momento en que acabaría el proceso de evolución humana, llegándose así al final de la historia. En su ensayo El Fin de la Historia, publicado un año antes de la caída del muro de Berlín, Francis Fukuyama vaticinó la desintegración del bloque comunista de los países del Este, aglutinados en torno a la URSS. Este politólogo americano entiende la historia como una pugna entre ideologías y afirma que la finalización de los enfrentamientos ideológico-culturales daría lugar a un tiempo posthistórico sin grandes conflictos: el final de la guerra fría y la derrota del marxismo dejaría sin alternativa al modelo político de Occidente. Llegados a este punto, el profesor de Harvard ve el fin de la historia como un momento triste y siente nostalgia de los tiempos en que se luchaba por ideales; dice que en el periodo posthistórico primará el mero cálculo económico y el interés por satisfacer los deseos abúlicos de una sociedad de consumo, en la que ya no evolucionará el arte ni será necesaria la filosofía, quedando la cultura confinada en los museos de la historia. Ante este panorama de encefalograma plano de la sociedad, Fukuyama reflexiona filosóficamente sobre el grado de laxitud y frivolidad al que ha llegado nuestra civilización y adopta una postura estoica, preguntándose si la perspectiva de siglos de aburrimiento que atisba no hará que la historia se ponga nuevamente en marcha. Adentrados ya en el siglo XXI podemos observar que, aunque el proceso de liberalización económica y política de la gran Rusia continúa avanzando este vasto país, que dista mucho de ser una democracia al estilo de Occidente, podría querer recuperar su grandeza imperial, algo no descabellado y que en cierto modo se está produciendo; el analista intuye que en una Rusia no comunista el ultranacionalismo encontraría terreno abonado, preocupándole la posibilidad de que en este país tan extenso y de tan gran poderío militar haga su reaparición el fascismo, hasta el punto que le hace dudar si realmente hemos emergido al otro lado de la historia. Desgraciadamente parece que la sospecha del politólogo americano era acertada: el nacionalismo puede llegar a convertirse en una doctrina fundamentalista capaz de generar grandes catástrofes, como ya ocurrió con la experiencia Nacional Socialista, causante del genocidio que desencadenaría la Segunda Guerra Mundial. Esperemos que la Humanidad haya aprendido algo de sus grandes tropiezos y la historia no se repita; que la flecha del tiempo abandone su eterno movimiento cíclico, dirigiendo decididamente su cabeza hacia un futuro mejor. Francisco Ramírez |