Uno de los problemas que ha estado preocupando a todos los europeos en los últimos tiempos es la posibilidad de que el Reino Unido abandone el proyecto europeo (ya sea de mutuo acuerdo o sin acuerdo alguno).
Las consecuencias políticas y sociales internas de dicha decisión sólo podrán ser evaluadas, llegado el momento, por los ciudadanos directamente afectados. Estamos seguros de que las reglas de la democracia permanecerán vigentes en el sistema constitucional y parlamentario más antiguo del mundo occidental.
No siendo ésta la cuestión para los ciudadanos de una Europa que queremos que sea lo más armoniosa posible respecto de las culturas, religiones y autonomías, nos preocupan los argumentos de algunos (minoritarios, por ahora...) que anteponen el aislacionismo a la solidaridad y el reparto de un espacio común que se creó después de la demoledora Segunda Guerra Mundial. Parece que los líderes europeos ya han olvidado sus causas y las consecuencias devastadoras para la vida de muchos millones de ciudadanos pacíficos.
Desgraciadamente, estamos empezando a sentir que los valores de la solidaridad se están erosionando no sólo en las sociedades fuertemente estigmatizadas durante la posguerra (como en Hungría, Polonia y otros países del antiguo "Telón de Acero"), sino también en las sociedades de la "vieja Europa", como es el caso actualmente en Italia y Turquía.
Incluso en las microsociedades que son las escuelas o las empresas se ha fomentado el culto al individualismo y se ha incentivado el fin de la solidaridad como punto de referencia.
Es "normal" que quienes estudian o trabajan junto a nosotros sean considerados como adversarios que representan obstáculos para que "yo" logre "mis" resultados, por lo que habrá que derrotarlos lo antes posible. Solidaridad u objetivos comunes, ¿de qué estamos hablando? De verdad, ¿ la suma de dos más dos no da más de cuatro?
Como pequeño/gran ejemplo de lo anterior, quiero presentarles lo que está sucediendo en la microsociedad que es el sistema de salud que existe en el banco en el que trabajé. Este sistema se creó en los años sesenta, en un momento en el que la asistencia social y el apoyo sanitario eran muy precarios en mi país. Su financiación se basa en la solidaridad de sus beneficiarios y también en la contribución del banco.
Como sistema de solidaridad, cada socio paga un porcentaje de su salario o pensión, independientemente del número de personas que vivan en su hogar o de sus necesidades sanitarias. Sin embargo, en algunos 'foros' e incluso en las reuniones de trabajo, está empezando a surgir una corriente opuesta que exige que todos paguen en función del número de personas que viven en sus hogares, e incluso se propone que los que más utilizan el sistema, debido a enfermedades graves o inesperadas, paguen más.
El aislamiento, el culto a la superioridad del yo y la aversión hacia el otro constituyen síntomas que no indican nada bueno.
Es evidente que todavía quedan "aldeas de Astérix" que siguen resistiendo y que demuestran que es posible mantener el espíritu solidario y comunitario que presidió la creación de la Unión Europea.
Por eso creemos que las Asociaciones de Pensionistas que componen nuestra Agrupación Europea deben seguir existiendo y participando activamente en los Euroencuentros.
Sólo trabajando codo con codo con entidades como nuestra Agrupación Europea y otras Asociaciones como la Plataforma AGE podremos conseguir que los "exits" no se multipliquen y que, por otro lado, se fortalezcan los valores solidarios.
Cândido Vintém (Vicepresidente del GEPCB – Portugal)